Entrevista a Carlos Taibo, especialista en Europa del Este
Fusion
A principios de enero llegaba a Europa una ola de frío y paralelamente Rusia cortaba el suministro de gas al continente, debido a desavenencias con Ucrania -país por donde pasan los conductos-. Poco se habló de los motivos que incitaron a Rusia a tomar tal medida, pero sirvió para reflexionar sobre la dependencia energética europea. Carlos Taibo, profesor de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Autónoma de Madrid, nos da una visión más amplia sobre el conflicto.
-En 2004 la Revolución Naranja logró que un gobierno prooccidental llegase al poder de Ucrania. ¿Cómo cambiaron entonces sus relaciones con Rusia?
-Ucrania pasó de ser un aliado de Rusia a convertirse en un país más o menos hostil y eso estaba llamado a tener consecuencias inevitables en el terreno comercial. Antes de la Revolución Naranja, Rusia subvencionaba la economía ucraniana a través de la transferencia de petróleo y gas natural a precios sensiblemente inferiores a los de los mercados internacionales. Era de cajón que ese procedimiento tenía que desaparecer y que Ucrania tendría que pagar los recursos que consume a precios internacionales, con lo cual la deuda externa del país para con Rusia se iba a acrecentar.
-¿Cree que las autoridades ucranianas han extraído gas de los conductos para su propio uso, como afirma Rusia?
-No tengo ninguna duda. Pero este no es un problema de hoy, las disputas vienen de antaño. No es que en las últimas semanas, en una situación energética muy delicada, Ucrania haya decidido tomar la decisión extrema de extraer el gas. Lo ha hecho con anterioridad, a lo largo de bastantes años.
-Si hacemos caso de los medios de comunicación y los políticos europeos, ¿por qué Rusia tiene que tolerar la morosidad ucraniana?
-No hay ninguna razón para que Rusia la tolere. Las empresas occidentales no son permisivas con los morosos, inmediatamente les cortan los suministros. Lo que ocurre es que Ucrania, a mi entender, ha jugado con la carta de que buena parte del gas ruso que llega a la UE ”La UE necesita el gas natural ruso, pero Rusia precisa el mercado de la UE, porque no podría vender ese gas en otros mercados. Con lo cual, también está atada de pies y manos” atraviesa su país, y con ello ha supuesto que Rusia no se atrevería a cortar los suministros. Era una carta arriesgada que, ya hemos visto, no se ajustaba plenamente a la realidad.
-Efectivamente, el 80% del gas que Rusia exporta a la UE pasa por Ucrania...
-Ucrania sabe que Rusia no puede prescindir de ese comercio, que es vital para su economía el seguir colocando ese gas natural en la UE, por eso pensaron que Rusia nunca se atrevería a cortar el suministro. Lo que resulta un tanto sorprendente es que en el caso de la UE exista semejante grado de comprensión con los gobernantes ucranianos. Yo lo he dicho alguna vez, con un punto de ironía: si la UE tan generosa es con Ucrania, lo que tiene que hacer es cancelar la deuda externa ucraniana, pero claro, eso no forma parte del proyecto de nuestros dirigentes.
-¿A qué se debe la condescendencia de la UE con Ucrania?
-Por un lado porque es un aliado y piensan que tienen que defender sus posiciones contra Rusia, y por otro porque en nuestros circuitos políticos hay una especie de rusofobia, que no negaré que no tiene algún fundamento, pero que visiblemente se traduce en muchos casos en dislates, en la actitud a la hora de juzgar contenciosos como estos. Como si Rusia por definición fuese siempre culpable de todos los contenciosos que se manifiestan.
-¿A quién interesa mantener una imagen negativa de Rusia?
-Una de las explicaciones es que la UE es rehén de la percepción que ha transmitido el gobierno norteamericano en los últimos años, cada vez más decidido a buscar la confrontación con Rusia. La UE ha asumido en muchos ámbitos políticas seguidistas con respecto a los Estados Unidos, lo cual explica el porqué de la rusiofobia.
-De todos modos, ¿no resulta inhumano y una medida extrema cortar el gas en el momento más crítico del invierno?
-Bueno sí, lo que ocurre es que tal vez un procedimiento inicial para aplacar tensiones consistiría en que las negociaciones en lo que respecta al precio del gas no se produjeran entre diciembre y enero sino entre junio y julio, cuando los suministros de gas a las economías domésticas no son tan vitales como ahora. Pero, en cualquier caso, cada cual ha jugado sus cartas con cierta astucia. Ucrania sabe que Rusia no puede prescindir del mercado de la UE. Es importante decirlo porque siempre se habla de la dependencia energética de la UE con respecto a Rusia y se olvida que en realidad se trata de una interdependencia. La UE necesita el gas natural ruso, pero Rusia precisa el mercado de la UE, porque no podría vender ese gas en otros mercados, ”Ucrania ha jugado con la carta de que buena parte del gas ruso que llega a la UE atraviesa su país, y con ello ha supuesto que Rusia no se atrevería a cortar los suministros” con lo cual literalmente también está atada de pies y manos. Puede suspender el suministro una semana, sin que eso sea algo singularmente gravoso, pero no puede mantener esa cancelación de los suministros en el tiempo porque sería algo muy delicado para las empresas gasísticas rusas y para la propia economía del país.
-¿Qué planteamiento han de hacerse los países que dependen energéticamente de un tercer país?
-Hay varias posibilidades. Una, diversificar los suministros de energía. Hay países en Europa -como España- que no dependen del gas ruso sino que se abastecen de otros escenarios, así que hay que preguntarse porqué esas otras fuentes de energía no pueden llegar a los países de la Europa central y oriental. La segunda cuestión es diversificar las fuentes de energía, no ya los suministradores. Otorgarle un papel creciente a las energías renovables. Y hay un tercer debate, que nuestros dirigentes políticos no quieren abordar, es el de decrecer en serio, reducir el consumo y reducir la producción. Es una necesidad inexorable en los países ricos del norte desarrollado. Tenemos unos límites medioambientales y de recursos evidentes, y nuestros países tendrían que empezar a decrecer económicamente, con lo cual reducirían también su demanda de energía.
-Sin embargo, esta crisis energética ha despertado el debate sobre la energía nuclear en Europa...
-Ese es un debate ficticio. Tenemos petróleo para 40 años, gas natural para 50 y uranio para 51, pero sobre la base de las centrales nucleares hoy existentes en el mundo, que son 450. Quienes defienden la energía nuclear hablan de la necesidad de elevar esa cifra a 1300 centrales, con lo cual haciendo un cálculo aritmético sencillo tendríamos uranio sólo para 17 años. Nadie sabe por lo demás qué hacer con los desechos que generan las centrales nucleares, que producen una energía carísima que reclama sistemáticamente subvenciones públicas. La construcción de esas centrales es muy lesiva para el medio ambiente y las condiciones de seguridad de muchos de esos complejos son muy delicadas. Pensar que esa es la solución mágica a nuestros problemas es equivocarse, y sólo en virtud del impulso y del poder parece que ese debate puede adquirir algún peso.
-O sea, que los lobbys nucleares han aprovechado el momento para sembrar la necesidad de recurrir a la energía nuclear...
-Evidentemente.
miércoles, 21 de enero de 2009
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